Los mandalas no son sólo un pasatiempo superficial.
Pintados siguiendo unas pautas llegan a transformar un ratito de desconecte en una auténtica meditación.
Estoy segura que los has visto en un montón de sitios. Hace años proliferaron en muchas librerías agrupados en temáticas: mandalas para viajar (¡tengui!), mandalas para despertar la creatividad, para encontrar paz, para que se distraigan los niños, para concentrarse (ahora que los niños están distraídos)
La cuestión es que soy bastante fan del asunto y he pensado que prepararte unos dibujillos como actividad lúdico-simpática-veraniega podía ser la mar de buena idea.
¿Cómo se pinta un mandala?
Primero:
Descárgate he imprime el modelo que más te guste. Si te quieres descargar los tres no pasa nada, tú a tu ritmo.
Segundo:
Escoge con qué lo vas a querer pintar: Lápices, rotuladores, ceras, acuarelas. Todo vale! La verdad es que poco tiene que ver pintar con una cosa u otra. Yo últimamente pinto con unos lápices que al mojar el dibujo con el pincel se vuelve acuarela y la verdad es que me flipo sola.
Tercero:
Busca tu momento. Desconecta el móvil, apaga la tele, olvídate de FB un rato y céntrate en tí. A fecha de hoy creo que sólo con hacer estas tres cosas ya te dan el título de meditador-pro, pero sé que tú aún puedes llegar más lejos. Si lo deseas, música relajante, inciensos y demás detalles también son bienvenidos (aunque dependiendo del día a mí me distraen más que otra cosa)
Cuarto:
Observa el mandala antes de ponerte manos a la obra. Deja tu mente en blanco y no planifiques. Lo único que tienes que decidir es si vas a pintar de dentro hacia fuera o de fuera hacia dentro. Cuando empieces a pintar no pienses en qué colores has de poner o cual combina con cual, deja que surja la improvisación y sorpréndete con el resultado.
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