Hace ya un tiempo que fui al Liceo a ver el espectáculo Shen-Yun.
Se trataba de mi regalo de cumpleaños.
Cada año viene esta compañía china de baile y siempre me quedo con las ganas de ir.
Esta vez pensé: “De este año no pasa” y me pedí un par de entradas de regalo.
Fue muy interesante, fue inspirador, fue sorprendentemente cómico.
Verás, cuando se acerca la fecha del festival de final de curso de Gracia Flamenca, los grupos van cerrando las coreografías y llega el momento más complejo, que es el de poner las posiciones a las bailaoras.
Un grupo pasa a ser la suma de 10 personas bailando lo mismo, para convertirse en un sólo organismo, que con sus idas y venidas por el escenario ahora son un círculo, ahora hacen dos filas, ahora se juntan en dos grupos y de repente la mitad se gira y baila hacia el fondo del escenario, mientras la otra mitad sigue bailando hacia delante en un desfile de sorpresas, figuras y emociones.
Para inspirarme y ver que nada es imposible, veo vídeos de natación sincronizada a porrillo. Me admiro de la precisión en su ejecución, en su rapidez, en la creatividad de quien dirige. Además, si ellas son capaces de conseguir esas maravillas en el agua, boca abajo, con una pinza en la nariz y un escueto bañador, qué no seremos capaces de hacer nosotras en el escenario!
Bien,vuelvo a los chinos, estaba yo la mar de agusto sentadica en mi butaca del Liceo y ante mi desfilaban con sus bailes la flor y nata de la danza clásica china con sus vestidos de ensueño.
Yo, mejor dicho, mi mente analítica, iba a toda máquina: “Ahora son 15, fíjate hacen 3 filas de 5, si si, y luego las de delante se agachan. Esta figura me gusta, a ver cómo la llevo al flamenco, menudo salto han pegado, esto no lo meto ni por bulerías”
Total, que una parte de mí se lo estaba pasando en grande pero no por ello dejaba de sentir que me estaba perdiendo algo.
Algo importante. Algo superior. Algo como el percibir a la orquesta tocando en directo sólo para nosotros bellísimas sinfonías.
Un conjunto de instrumentos, orientales y occidentales sonando juntos, para acompañar a los bailarines en directo inundaba la sala y yo venga contar, a analizar, a comparar.
Así que decidí centrarme en la música, dejándome envolver por su melodía.
Al bajar mi grado de atención en el escenario, al principio le perdí un poco la pista al baile.
Pero luego conseguí integrar todo lo que pasaba, disfrutar del baile, sentir la música, emocionarme con lo representado.
Mi atención había estado enfocada de diferentes modos hasta que pude captar el espectáculo al completo (o hasta que lo yo humildemente podía alcanzar)
¿Y cuando somos nosotras las que bailamos en un escenario? ¿Dónde ponemos el foco? ¿En la música? ¿En la pose? ¿En la emoción?
¿Cómo podemos trabajar para ampliar la atención y y así estar presentes en el ritmo y en la técnica sin perder el sentimiento?
Te propongo que de aquí a la siguiente news-letter te fijes y si te apetece, me escribas para decírmelo, porque seguro que yo así aprendo un montón también.
Será entonces cuando entregue la 2ª parte del artículo, poniéndote un vídeo chulísimo y aprovechando para presentarte a un mito del flamenco: La Chana
P.D: Por cierto, en el espectáculo del Liceo, explicaron el significado de la palabra Shen-Yu. Del “Shen” no me acuerdo (i’m sorry) pero “Yu” según la presentadora de la gala significa “la bonda y la belleza interior de una persona que se deja entrever en sus movimientos al bailar” Bonito ¿Verdad?